Cada día, millones de mujeres en Colombia se levantan para cuidar. Cocinan, limpian, acompañan a sus hijos, a sus padres, a quienes no pueden valerse por sí mismos. Y lo hacen sin contrato, sin descanso, sin sueldo. En vísperas del Día del Trabajo, vale la pena preguntarse: ¿por qué aún no reconocemos este trabajo como tal?
El cuidado, esa tarea vital que sostiene hogares, comunidades y economías, sigue siendo invisible en los registros formales. El 40% del trabajo en el país es no remunerado, y casi todo lo asumen las mujeres. En el campo, por cada hombre cuidador, hay siete mujeres haciendo lo mismo, pero sin derechos.
El Sistema Nacional del Cuidado, impulsado por el Gobierno, busca transformar esta realidad. Pero no es fácil. Faltan datos, recursos, políticas locales y, sobre todo, voluntad para romper con estereotipos que consideran el cuidado un “deber femenino”.
Hoy, 2,84 millones de personas trabajan cuidando a otros. Sin embargo, muchas lo hacen sin contrato, sin primas, sin cesantías, sin licencias por enfermedad. El 60% no recibe bonificaciones básicas. Y aunque la OIT estima que estas tareas podrían representar hasta el 13% del PIB mundial si fueran valoradas, en Colombia aún no cuentan con retribución económica ni social.
Frente a este escenario, colectivos como Acción Pública proponen algo más que leyes: hablan de dignidad. De reconocer emocional y simbólicamente a las cuidadoras, de fomentar redes solidarias en los barrios, de compartir las responsabilidades dentro de los hogares, de incluir a los hombres.
También piden compensaciones económicas justas, formación, empleos de calidad y políticas adaptadas a las realidades locales. Porque cuidar no puede seguir siendo una carga invisible, ni una cruz que lleven solas las mujeres.
El llamado es claro: transformar el sistema para que el cuidado deje de ser un trabajo fantasma y se convierta en una labor respetada, compartida y digna.