Deslizar un dedo, hacer clic o escanear un código es todo lo que necesita hoy un joven para gastar dinero. En una época donde el efectivo ha sido reemplazado por apps, tarjetas y billeteras digitales, la relación con el dinero ha cambiado radicalmente, sobre todo para la generación Z, los nacidos entre 1997 y 2012.
Aunque la digitalización ha traído comodidad y eficiencia, también ha difuminado los límites entre el deseo y la necesidad. Las compras ahora no se piensan, se ejecutan. El problema no es solo cuánto se gasta, sino cómo se percibe el gasto: pagar ya no duele, porque no se entrega nada físico. El placer inmediato de consumir domina el proceso, mientras la deuda crece en silencio.
Expertos señalan que los jóvenes están utilizando tarjetas de crédito y sistemas de pago en cuotas como si fueran una extensión de su salario. En muchos casos, no hay conciencia de los riesgos reales, y la educación financiera no ha evolucionado al mismo ritmo que la tecnología. En Colombia, por ejemplo, la gran mayoría no puede calcular ni una tasa de interés básica.
La presión social también juega su papel. En redes como Instagram o TikTok, la vida perfecta parece estar al alcance de todos, y muchos jóvenes intentan imitarla sin contar con los recursos. Eso los deja atrapados entre la frustración, la ansiedad y las cuentas por pagar. La deuda deja de ser un número y se convierte en una carga emocional.
En este escenario, aprender a manejar el dinero con inteligencia es más importante que nunca. En un mundo donde el dinero no se ve, la deuda tampoco… hasta que es demasiado tarde.