La economía china, que representa la segunda mayor del mundo, continúa enfrentando desafíos significativos en su recuperación laboral tras los efectos devastadores de la pandemia de COVID-19. Aunque el gobierno chino ha implementado numerosas políticas de estímulo económico y ha logrado una recuperación parcial en algunos sectores, la tasa de desempleo sigue siendo un tema de preocupación, particularmente en áreas industriales y entre los jóvenes. Según las estadísticas más recientes del Gobierno, la tasa de desempleo en China se situó en un 5,2% a finales de 2024, un descenso respecto a los picos registrados durante el auge de la pandemia, pero aún insuficiente dado el tamaño de la población activa del país.
Uno de los principales desafíos para la economía china es la transición hacia un modelo económico basado en el consumo interno y la alta tecnología, lo cual ha dejado a millones de trabajadores de sectores tradicionales como la manufactura sin empleo o con empleos precarios. Las fábricas, que fueron el pilar de la economía china durante las últimas tres décadas, han comenzado a automatizar procesos a un ritmo acelerado, lo que ha llevado a una disminución de la necesidad de mano de obra en muchos sectores, afectando directamente a las clases trabajadoras. Aunque el país ha avanzado significativamente en la digitalización de su economía, el nivel de preparación y capacitación de los trabajadores para adaptarse a estos cambios sigue siendo una barrera importante.
A esta situación se le suman las altas tasas de desempleo juvenil en China, que han superado el 18% en algunas áreas urbanas. Los graduados de universidades enfrentan serias dificultades para encontrar empleos bien remunerados que se ajusten a sus estudios y habilidades. Muchos jóvenes, ante la falta de oportunidades laborales de calidad, terminan aceptando empleos de baja remuneración, lo que agrava aún más la desigualdad social en el país. Este fenómeno está teniendo un impacto importante en el bienestar social, especialmente en una generación que se encuentra con grandes expectativas profesionales, pero que ve cómo esas expectativas se desmoronan frente a la escasez de trabajos acordes con su formación.
En términos de política laboral, el gobierno chino ha impulsado programas de reentrenamiento y reconversión laboral para la fuerza laboral afectada por la automatización, pero la implementación de estos programas ha sido lenta y desigual. Aunque algunos trabajadores han logrado acceder a cursos de formación en nuevas tecnologías, otros siguen atrapados en industrias que están en declive, sin un plan claro de inserción laboral en sectores emergentes. Además, la falta de flexibilidad en el sistema educativo para adaptarse rápidamente a las demandas del mercado laboral actual sigue siendo un obstáculo significativo.
Los analistas de mercado también han advertido que la desaceleración en la manufactura y en otras industrias tradicionales no solo afecta a los trabajadores de la fábrica, sino que tiene repercusiones en toda la cadena de suministro global, dada la importancia de China como centro de producción mundial. Esta situación podría llevar a una mayor deslocalización de la producción hacia países con menores costos laborales, lo que agrava aún más la situación de los trabajadores chinos.