Colombia ha sido celebrada por su vocación emprendedora, pero esta imagen positiva contrasta con una realidad alarmante: la mayoría de los emprendedores trabaja en condiciones informales. Así lo revela un informe del BBVA Research, que expone cómo el crecimiento del empleo no asalariado —de un 8 % anual a marzo de 2025— ha estado acompañado por un alza en la informalidad laboral.
De los 1,1 millones de empleos creados entre marzo de 2024 y marzo de 2025, más de 947.000 corresponden a trabajadores independientes, de los cuales la gran mayoría no tiene acceso a seguridad social ni estabilidad laboral.
La economista María Claudia Llanes alerta que este tipo de ocupación, aunque pueda verse como una forma de autoempleo o iniciativa empresarial, es más bien un indicador de falta de opciones. Para muchos colombianos, emprender no es una elección, sino una necesidad para sobrevivir en una economía sin suficientes plazas formales.
Esta situación también agrava la pobreza multidimensional, ya que el 70,7 % de los hogares colombianos tiene al menos un integrante vinculado a la informalidad, sin posibilidades reales de ascenso social.
Expertos coinciden en que el reto es transformar este panorama mediante políticas públicas que promuevan el emprendimiento formal. Esto implica desde reducir las barreras para el registro legal de negocios hasta ofrecer acompañamiento técnico y educación financiera, fortaleciendo el rol de instituciones como las cámaras de comercio y universidades.